Atención: advirtieron sobre la seguridad digital de los pibes y esto cambia todo

“Hay muchos días en los que mis manos se abren en YouTube o Instagram sin que ni yo lo note, y al cabo de un rato me doy cuenta de que han pasado dos o tres horas: me he perdido en un agujero de contenido”, dice Aralyn, una joven integrante de Design It For Us. Esta situación revela una realidad inquietante: tras más de tres décadas desde la aprobación de la Convención sobre los Derechos del Niño, que prometía una infancia protegida y llena de oportunidades, hoy los niños y adolescentes se encuentran navegando entre algoritmos y pantallas que a menudo no están de su lado.

Los avances tecnológicos, que deberían servir para educar y proteger, están teniendo consecuencias graves en la salud mental, la autoestima y la privacidad de los más jóvenes. En lugar de celebrar logros, es crucial alzar la voz por aquellos que aún no pueden hacerlo.

Índice
  1. Un modelo digital que explota la atención de la infancia
  2. Salud mental en riesgo: emociones bajo ataque
  3. Radicalización y odio en redes sociales
  4. Estereotipos y violencia digital: las niñas bajo presión
  5. Otros riesgos invisibles: privacidad infantil y “sharenting”
  6. ¿Qué podemos hacer?

Un modelo digital que explota la atención de la infancia

Cada segundo que un niño o adolescente pasa frente a una pantalla se traduce en beneficios millonarios para las grandes tecnológicas. Según un informe del Parlamento francés, el algoritmo de TikTok es “extremadamente adictivo”, capaz de retener a los usuarios más de una hora y cuarenta minutos diarios, promoviendo un consumo compulsivo de videos sin fin. Detrás de cada “me gusta” y cada notificación se encuentran mecanismos diseñados para activar los circuitos de recompensa del cerebro, liberando dopamina y generando placer inmediato. Este ciclo puede llevar a muchos adolescentes a perder la noción del tiempo y el control sobre su comportamiento.

Informes oficiales advierten que este uso compulsivo de redes sociales puede alterar el desarrollo neurológico y generar síntomas comparables a los de una adicción al juego o a sustancias. “Si no pagas por el producto, el producto eres tú”, afirma Tristan Harris en su película The Social Dilemma.

Salud mental en riesgo: emociones bajo ataque

Las plataformas digitales no solo afectan la atención; también moldean la salud mental de toda una generación. El Centro Común de Investigación (JRC) de la Comisión Europea advierte que la adolescencia es una etapa crítica del desarrollo cerebral, y la exposición constante a estímulos digitales puede alterar áreas esenciales del cerebro como la amígdala y la corteza prefrontal, responsables del autocontrol y la gestión emocional. Según la OMS Europa (2024), uno de cada diez adolescentes presenta un uso problemático de redes sociales, con síntomas de irritabilidad, falta de sueño y deterioro del bienestar psicológico. El tiempo excesivo frente a pantallas se asocia con ansiedad, depresión y baja autoestima, sobre todo en aquellos que ya enfrentan dificultades emocionales.

Para muchos jóvenes, desconectarse ya no es una opción; su vida social, identidad y autoestima pasan por una pantalla. Los adolescentes que sufren de ansiedad o depresión pasan, en promedio, 50 minutos más al día conectados, reaccionando de forma más intensa ante la validación digital, ya sean “me gusta” o comentarios. “Hemos creado una generación que se siente sola en compañía”, señala la psicóloga del MIT, Sherry Turkle.

Radicalización y odio en redes sociales

Más allá de los problemas de salud mental, las redes sociales están cambiando la forma en que los jóvenes entienden el mundo y construyen su identidad, convirtiéndose en espacios donde la desinformación, el odio y la radicalización digital prosperan sin control. Los algoritmos amplifican las emociones, premiando la indignación y el conflicto por encima del diálogo y el pensamiento crítico. El Parlamento francés advierte que estos algoritmos pueden exponer repetidamente a adolescentes a mensajes incendiarios, creando cámaras de eco donde la radicalización se vuelve normal.

La Comisión Europea y el Consejo de Europa alertan que estos discursos socavan los derechos de la infancia y la adolescencia, fomentando la discriminación hacia migrantes, mujeres y la población LGBTIQ+. UNICEF señala que la exposición repetida a este tipo de mensajes reduce la empatía y normaliza la violencia simbólica, que a menudo se traslada a la vida real.

Estereotipos y violencia digital: las niñas bajo presión

El impacto del uso de redes sociales no es uniforme; las niñas y adolescentes enfrentan la mayor presión. Estas plataformas no solo moldean cómo nos vemos, sino también cómo nos valoramos. Se reproducen estereotipos de género y violencia machista, donde las adolescentes son objeto de acoso y comentarios sobre su apariencia. La validación a través de likes refuerza estándares de belleza imposibles y roles de género tradicionales.

El JRC confirma que las redes sociales afectan especialmente la salud mental de las chicas adolescentes, potenciando la comparación social y la autoexigencia estética. La UNESCO en su informe La tecnología en los términos de ellas (2023), advierte que la hipersexualización y la violencia digital limitan la libertad de las niñas y refuerzan desigualdades estructurales. La OMS también alerta sobre el aumento de trastornos alimentarios, ansiedad social y dismorfia corporal, en un entorno donde el valor de las niñas parece medirse en filtros y likes.

Otros riesgos invisibles: privacidad infantil y “sharenting”

Los riesgos de las redes sociales son invisibles pero significativos. Desde la infancia, estos espacios recopilan datos personales que crean una huella digital antes de que los menores comprendan su existencia. El Consejo de Europa advierte que esta recopilación pone en riesgo el derecho a la privacidad infantil, tal como se reconoce en la Convención sobre los Derechos del Niño.

Además, el fenómeno del “sharenting”, donde padres y familiares publican fotos e información de sus hijos en redes, puede provocar pérdida de privacidad y huellas digitales permanentes. UNICEF señala que proteger la privacidad infantil no es censurar la vida familiar, sino preservar la autonomía y la seguridad futura. Cada publicación tiene un costo oculto: una infancia que deja un rastro digital antes de comprenderlo.

“Nuestros hijos están creciendo en una economía que comercia con su inocencia”, advierte Shoshana Zuboff en su libro The Age of Surveillance Capitalism.

¿Qué podemos hacer?

Los informes son claros: no es la infancia la que debe adaptarse a las redes, sino las redes a la infancia. Las plataformas digitales deben garantizar entornos seguros y respetuosos con los derechos de niños, niñas y adolescentes. Los Estados tienen la obligación de regular los algoritmos, limitar la publicidad dirigida y exigir transparencia a las grandes tecnológicas. Las escuelas y familias deben promover una educación digital crítica, acompañando con diálogo y enseñando a usar la tecnología de manera consciente.

La tecnología no puede seguir creciendo a costa de la salud mental ni de los derechos digitales de la infancia. En este Día Mundial de la Infancia, recordemos que proteger sus derechos también es defender su tiempo y su imaginación. La infancia merece una tecnología que crezca con ella, no a su costa.

“No se trata de desconectarlos del mundo, sino de conectarles con su propio bienestar”, concluye UNICEF en su informe State of the World’s Children 2023.

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