¿Sabías que los hospitales privados en Argentina tienen secretos oscuros? ¡Descubre cómo te afectan ahora mismo!

Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, ha condenado recientemente el escándalo suscitado en el hospital público de Torrejón, que es administrado por la empresa privada Ribera Salud. Sin embargo, su declaración no ofreció explicaciones claras, limitándose a afirmar que "cualquier mala práctica será erradicada con contundencia". Hasta aquí, el posicionamiento de Ayuso es contundente, pero deja muchas preguntas sin respuesta.

La controversia comenzó cuando el diario 'El País' reveló que el CEO de Ribera Salud había solicitado extender las listas de espera con el fin de incrementar beneficios económicos. Desde entonces, han surgido múltiples denuncias que apuntan a la priorización de pacientes "rentables" y a la reutilización de material sanitario de un solo uso.

La Comunidad de Madrid ha defendido que existen controles en estos hospitales, afirmando que se han realizado auditorías sobre asistencia, evaluaciones de calidad y revisiones de gestión económica, con un total de 40 auditorías este año. No obstante, tras el escándalo, se revisaron los hospitales implicados y, según la administración, no se encontraron irregularidades como las denunciadas. Curiosamente, los directivos que denunciaron las malas prácticas fueron despedidos.

Este es el punto crítico: la opacidad de los sistemas de control en estos hospitales. La Comunidad y las empresas concesionarias no han proporcionado detalles sobre cómo funcionan estos mecanismos. Preguntas como la frecuencia de las auditorías, si son planificadas o aleatorias, o si se comparan los resultados con otros hospitales, siguen sin respuesta.

Los ciudadanos están preocupados y se plantean dudas fundamentales: ¿Se forzaron las listas de espera en Torrejón para aumentar beneficios? ¿Por qué se despidió a quienes denunciaron irregularidades y no se les ha vuelto a contratar? ¿Se reutilizó material de un solo uso? La falta de claridad genera desconfianza.

La experiencia de otras comunidades, como la de Valencia, añade más recelo a la situación. Expertos de la Sindicatura han señalado que los contratos de gestión privada no garantizan niveles claros de calidad y que la supervisión es limitada. En varios casos, algunos hospitales regresaron a la gestión pública, pero esto ocurrió solo cuando vencieron los contratos, lo que implicó la necesidad de indemnizaciones millonarias. En Collado Villalba, por ejemplo, se calculó una compensación de 500 millones de euros.

Es posible recuperar un hospital antes de que venza el contrato, pero eso conlleva indemnizar a la concesionaria, lo que implica cifras millonarias que podrían ser un obstáculo para la administración pública.

Los madrileños, por el momento, siguen sin respuestas. La administración pública necesita una política de transparencia que permita a los ciudadanos verificar la calidad de la atención sanitaria. Las preguntas siguen flotando en el aire, y la comunidad exige respuestas claras y contundentes sobre la gestión de la salud pública.

Ayuso ha hablado y ha condenado, pero la necesidad de claridad es urgente. La confianza en el sistema de salud depende de la transparencia y de la acción efectiva contra las malas prácticas. En un momento en que la salud pública está bajo la lupa, es esencial que se tomen medidas, no solo en palabras, sino en acciones concretas.

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