¡Increíble! Más de 500 toneladas de alimentos perdidos: ¿Quiénes son los héroes que los rescatan a tiempo?

En un día gélido de noviembre, un grupo de voluntarios llegó a Laurenitis Farm, en Sunderland, con bolsas reutilizables y cajas de cartón. Tras una intensa helada que había azotado la región semanas antes, las enredaderas de calabaza se marchitaron, dejando un campo repleto de calabazas junto a hileras de repollo. La temporada de cultivo había llegado a su fin, y era el momento de recoger lo que quedaba.

Los voluntarios, una docena en total, participaron en una adaptación moderna de la práctica antigua de espigado, coordinados por Sarah Bluestein, de Rachel’s Table, una organización sin fines de lucro que ha estado activa desde hace más de tres décadas. En un evento programado para el 6 de noviembre, los participantes recogieron col china, repollo verde y calabazas de azúcar, contribuyendo al esfuerzo de recolección comunitaria.

El espigado, aunque no es familiar para muchos, tiene sus raíces en enseñanzas antiguas, como las de la Torá, que instruía a los agricultores a dejar los bordes de sus campos para los pobres y los extranjeros, tal como se señala en Levítico 23:22. Este enfoque no solo encarna un sentido de comunidad, sino que también busca minimizar el desperdicio de alimentos.

Desde que comenzó el programa de recolección de alimentos en Rachel’s Table en 2007, la organización ha experimentado un crecimiento notable en su capacidad de recolección. En su primer año, lograron recolectar 5,000 libras de productos agrícolas. Sin embargo, el año pasado, esa cifra aumentó a 50,000 libras, y este año superan las 70,000 libras, según informó Cara Michelle Silverberg, directora de aprendizaje intercultural y programas basados en la tierra de la organización.

La recolección en Laurenitis Farm fue particularmente inusual; los voluntarios encontraron más productos de los que podían recoger. Karina Laurenitis, quien pertenece a la cuarta generación de cultivadores de esta granja de 65 acres, indicó que siempre quedan verduras en el campo debido a que los estándares para productos que llegan a los supermercados son sumamente estrictos. “Entre el 50% y el 60% de un campo puede considerarse demasiado pequeño o con una forma irregular para comercializarse”, explicó.

El año pasado, frente a una sobreproducción de calabazas, Laurenitis se vio abrumada y decidió contactar a Rachel’s Table para asegurar que el excedente se aprovechara adecuadamente.

Entre los voluntarios, Jean Gordon, una misionera cristiana jubilada, compartió que distribuye alimentos a varias iglesias en el Pioneer Valley. Anne Gelbard, también voluntaria, expresó su asombro por la cantidad de comida que aún quedaba en el campo: “Me deja sin palabras la cantidad que hay aquí en noviembre”, comentó.

Jen Hagar, enfermera psiquiátrica, se enteró del programa de recolección a través de una familia que educa en casa. Ella fue testigo de la necesidad de muchos en su comunidad y se sintió motivada a actuar. “Yo veo a mucha gente que pasa hambre”, dijo Hagar. Consideró la posibilidad de comprar tierras y comenzar una granja, pero al informarse sobre el espigado, se dio cuenta de que “¡la comida ya está cultivada!”

Después de tres horas de trabajo, el grupo logró recolectar más de 2,800 libras de productos, que fueron transportados a diversas redes de distribución de alimentos en la región. Uno a uno, los voluntarios partieron en sus vehículos para realizar entregas desde Springfield hasta Northfield.

La labor de Rachel’s Table y el programa de recolección de alimentos representan un esfuerzo significativo para combatir el desperdicio alimentario y apoyar a las comunidades necesitadas. En un contexto donde la inseguridad alimentaria es una preocupación creciente, estas iniciativas no solo proporcionan recursos valiosos, sino que también fomentan un sentido de comunidad y colaboración en tiempos difíciles.

Te puede interesar:

Subir