¿Se puede vivir desconectado de las redes y de Internet?
El periodista Rafael Galán hace una pregunta en Esquire que probablemente de en el centro de la discusión sobre nuestra vida atada 24×24 al mundo digital, muy lejos de aquel mundo que conocimos, bien desconectado de una Internet que no existía:
¿De verdad ha conseguido Internet que nuestras vidas sean mejores? No nos referimos a si Internet como herramienta sobre el papel contribuye al desarrollo, sino si lo ha hecho en la realidad. El flujo de información que facilita Internet, ¿ha revertido en una mayor exposición de los Gobiernos y de las empresas corruptas y en consecuencias legales después por esos actos para esos Gobiernos y esas corporaciones? ¿Te has preguntado como se habría cubierto el Watergate en Internet? ¿Ha generado nuevos negocios y nuevos puestos de trabajo en la Economía?
En principio la respuesta puede ser afirmativa, pero el asunto va un poco más allá. Y es que la vida que nos toca en el contexto de una suerte de «capitalismo digital» es ni más ni menos que el mismo sistema pero más acelerado, más complejo pero no sabemos si menos injusto. Todo hace pensar que la era digital no lo mejoró, sino que lo potenció.
Rafael Galán afirma:
«Los intereses de todos esos negocios que canalizan Internet no son los intereses de los usuarios, son los intereses de las empresas que los han creado: y no son otros que ganar dinero, y cada vez más, que para eso se montan las empresas. Porque como ha dicho esta misma semana Tim Berners-Lee, el padre de la criatura, ni Siri ni Alexa trabajan para ti: trabajan para Apple y Amazon. Internet ha hecho que el mundo avance, pero el mundo habría avanzado igualmente. ¿Más lentamente y en la misma dirección? Probablemente».
«Pegados» a las redes
Por alguna razón no tan clara, abrazamos la digitalidad. Las redes sociales son probablemente el exponente más claro de esta lazo aparentemente indisoluble, aun cuando la relación con ellas sea contradictoria.
Las redes sociales, son aceleradoras del extremismo y, al mismo tiempo, sostienen un consenso asfixiante. Son un desperdicio de atención y deberían desempeñar un papel menor en la vida de las personas. Sin embargo, también es necesario mejorarlas, perfeccionarlas y purgarlas de los malos actores, sean quienes sean.
Asimismo, las redes son máquinas de vigilancia avanzadas, pero también ofrecen de manera rutinaria recomendaciones y anuncios irrelevantes. Son herramientas de última generación para modificar el comportamiento, pero también tienen contenido no deseado, pues buscan la interacción a través de notificaciones torpes y a menudo engañosas.
¿Hay un mundo desconectado?
Como señala el New York Time, «por todas esas razones, o a pesar de ellas, la gente parece no poder dejar de usarlas, algo que se nota en los estados financieros. Facebook, como empresa, va extraordinariamente bien y Twitter vio crecer sus ingresos el trimestre pasado».
«Dentro de las críticas dispares a las redes sociales, hay una experiencia compartida por muchos: una pérdida de paciencia con “este sitio” o una evaluación fulminante de cómo se comporta la gente “aquí”. Un impulso de teclear “este sitio del infierno” en el propio sitio del infierno, para darle un me gusta a esa publicación sobre lo mucho que el usuario odia usar la red social. Son conscientes de la ironía; aun así, no pueden parar. Incluso podrían sugerir que es su culpa, aunque no lo sea, al menos no del todo. Simplemente están estancados. Quizá tú también lo estés».
Así de esquizofrénicos estamos y «estancados» en un hiperpresente que nos barre el futuro de un plumazo. Pensar tanto mediados por la tecnología es un modo de vida que nos apalanca en un ser y estar que nos impide diagramar un horizonte a la medida de nuestros deseos, más allá de los de los demás.