¿Ansiolíticos son tu salvación o tu condena? 7 sorpresas escalofriantes que NO te contaron sobre ellos.

La ansiedad se ha convertido en uno de los trastornos de salud mental más prevalentes en América Latina, y su impacto es particularmente notable en países como Perú. De acuerdo con datos del Ministerio de Salud (Minsa), en 2022 se registraron 433 mil casos diagnosticados de ansiedad, siendo este el problema de salud mental con más reportes en esa nación. A su vez, el Seguro Social de Salud (EsSalud) indicó que en 2024 más de 182 mil personas fueron diagnosticadas con trastornos de ansiedad, muchos de ellos presentando un cuadro mixto de ansiedad y depresión.

Este contexto ha llevado a que el tratamiento de la ansiedad incluya frecuentemente medicamentos ansiolíticos. Sin embargo, como sucede con todos los fármacos, estos ofrecen tanto ventajas como desventajas. Entre los beneficios más destacados se encuentra el alivio rápido del malestar. Para aquellos que atraviesan crisis intensas, como ataques de pánico o insomnio relacionado con la ansiedad, los ansiolíticos, especialmente ciertos fármacos como las benzodiazepinas, pueden proporcionar un alivio casi inmediato, reduciendo síntomas físicos como la taquicardia, la agitación y el sudor.

Además, al controlar la ansiedad, muchas personas logran mejorar su calidad de vida, recuperando su capacidad de desempeñarse en el trabajo, en sus estudios y en sus relaciones personales. También se utilizan como un complemento a tratamientos psicológicos, ayudando a estabilizar al paciente para que pueda participar con mayor eficacia en psicoterapia u otras intervenciones.

Sin embargo, el uso de ansiolíticos no está exento de riesgos. Las benzodiazepinas, en particular, son conocidas por su potencial para generar dependencia. Con el tiempo, el cuerpo puede requerir dosis mayores para lograr el mismo efecto, complicando el proceso de dejar el tratamiento. Otros efectos secundarios incluyen cansancio, somnolencia y dificultades de memoria, lo que puede afectar actividades cotidianas como conducir o cuidar niños. Además, es importante tener en cuenta que no todas las personas responden de la misma manera: algunas pueden no experimentar alivio o sufrir efectos secundarios que superan los beneficios.

Los ansiolíticos son indicados principalmente cuando una persona presenta un trastorno de ansiedad que interfiere significativamente con su funcionamiento diario. Esto incluye casos de ansiedad generalizada, ataques de pánico y ansiedad severa que impide dormir, trabajar o mantener relaciones personales. Su uso debería ser cuidadosamente evaluado por un profesional de salud mental, considerando factores como la historia clínica, otros medicamentos que se estén tomando, la edad y el plan terapéutico general.

En ciertas situaciones, los ansiolíticos pueden ser útiles como un tratamiento temporal mientras se inicia una terapia psicológica u otras intervenciones no farmacológicas. En otros casos, podrían formar parte de un tratamiento de mediano plazo, especialmente aquellas versiones con menor riesgo de dependencia, siempre bajo supervisión médica.

La duración del tratamiento para la ansiedad puede variar considerablemente según la intensidad de los síntomas, la causa subyacente y la respuesta individual a los medicamentos. Generalmente, se estima que la psicoterapia puede durar entre algunos meses y un año, dependiendo del progreso del paciente. Cuando se recetan medicamentos, como ansiolíticos o antidepresivos, suelen indicarse por un período mínimo de 6 a 12 meses, y en casos crónicos, el tratamiento puede extenderse por más tiempo.

La combinación de terapia psicológica, hábitos saludables y, cuando es necesario, medicación, se ha mostrado como la solución más efectiva. La continuidad en el tratamiento es clave para evitar recaídas y lograr un control duradero de la ansiedad, un trastorno que afecta a un número creciente de personas en toda la región.

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