¡Descubre cómo la IA y Blockchain están a punto de robarte la libertad en 2023! ¿Estás preparado?

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En el transcurrir de la historia, el poder ha asumido diversas formas: desde grandes imperios hasta monopolios y corporaciones digitales. Hoy, un nuevo fenómeno está emergiendo: tres sistemas antes incompatibles —la inteligencia artificial, la blockchain y el Estado— comienzan a entrelazarse de maneras insospechadas. Esta unión está generando un espacio donde se redefine el concepto de libertad en la próxima década.

En el pasado, se trató de convencernos de que la IA era solo una herramienta para la productividad, que la blockchain era únicamente un sistema de contabilidad descentralizada, y que el Estado seguiría siendo un mediador tradicional. Sin embargo, lo que se está gestando es algo mucho más complejo: una sinergia que permite un control más granular y sin fricciones, así como una supervisión constante y precisa.

No se necesita ser un visionario para darse cuenta de que este escenario ya está en marcha. Se están llevando a cabo proyectos piloto de identidad digital basados en blockchain y sistemas de reputación automatizada. Por otro lado, modelos de IA están auditando gastos públicos con una velocidad y precisión que superan a los propios funcionarios. Las autoridades están explorando el uso de la IA para detectar patrones de evasión fiscal, mientras que entidades relacionadas con bancos centrales están experimentando con firmas criptográficas para censos.

Lo que está surgiendo no es una superestructura totalitaria, sino una infraestructura eficiente y funcional que se presenta como un avance progresista, dificultando cuestionamientos sobre su naturaleza. Este fenómeno se manifiesta en tres capas interconectadas: la inteligencia artificial interpreta, la blockchain certifica, y el Estado autoriza.

La Nueva Triada del Poder

En este triángulo de poder, la inteligencia artificial actúa como un puente entre las personas y el sistema. Analiza movimientos, compras y hasta silencios, inferiendo situaciones económicas sin necesidad de acceder a cuentas bancarias. Puede deducir ideologías sin revisar redes sociales y evaluar niveles de estrés a partir de patrones de actividad. En este sentido, la IA se convierte en la primera capa, la que determina quiénes somos antes de que tengamos la oportunidad de expresarlo, convirtiéndose en insumo para las otras dos capas.

Por otro lado, la blockchain crea un registro permanente de nuestras acciones, sin distinción entre lo bueno y lo malo. Este sistema no perdona ni olvida, registrando nuestro historial financiero, identidad y actividad en línea. Cuando el Estado utiliza esta información, la discusión se transforma en un debate técnico, en el que la blockchain valida sin cuestionamientos ni negociaciones.

Finalmente, el Estado se convierte en un procesador de datos que busca identificar irregularidades antes de que ocurran, aspirando a automatizar permisos, subsidios y sanciones. Al integrar inteligencia artificial y blockchain, el Estado logra decisiones rápidas, sin costos políticos; solo existe un algoritmo que recomienda, respaldado por un registro inalterable.

Cuando estas tres capas se unen, emergen nuevas dinámicas de control. Lo que un modelo predice puede convertirse en restricciones automáticas, y lo que el registro certifica puede generar evidencias permanentes. No se trata de buenos o malos, sino de un sistema que se vuelve más preciso, autónomo y dominante con el tiempo.

La cuestión crucial que enfrentamos no es solo si este triángulo dominará nuestra libertad, sino si seremos conscientes cuando lo haga. Las noches pueden parecer tranquilas, pero los sistemas están en constante operación, y el potencial para el control es real y palpable.

A medida que avanzamos hacia un futuro donde la tecnología parece entrelazarse con el poder estatal de una manera sin precedentes, es fundamental que los ciudadanos estén atentos y conscientes de las implicaciones que esto tiene para nuestra libertad y autonomía. Este triángulo de poder ya está casi completo y, lo más inquietante de todo, es que ha surgido de manera espontánea, sin que nadie lo haya planeado.

–Nodeor

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