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Vivimos en una era en la que la tecnología no solo acompaña, sino que se ha entrelazado con nuestra existencia diaria. La Inteligencia Artificial (IA) ha pasado de ser una promesa futurista a convertirse en un aliado silencioso que traduce textos, organiza tareas, sugiere vídeos y hasta corrige nuestros errores. Para los adultos, esto puede ser sorprendente; para los jóvenes, es la norma. Esta diferencia generacional es clave para entender cómo cada uno se relaciona con la IA, lo que hace urgente conocer sus ventajas y riesgos.

La IA no es magia. Se construye a partir de datos, algoritmos y patrones, aprendiendo de nuestras búsquedas, preferencias y el comportamiento de millones de usuarios, y lo hace a gran velocidad. Este funcionamiento genera tanto fascinación como temor.

Índice
  1. Resultados de una encuesta
  2. Contraste generacional
  3. Algunas sugerencias

Resultados de una encuesta

Un estudio realizado a 1.013 jóvenes de la región Salesiana Interamericana reveló que el 61.5% se siente "bastante familiarizado" con la IA. Esto indica que la nueva generación no solo escucha sobre el tema, sino que lo incorpora a su vida cotidiana, desde sus trabajos escolares hasta su ocio digital. Sin embargo, al preguntarles sobre sus temores, la respuesta es sorprendentemente madura: el 47.9% expresa preocupación por el uso irresponsable de la IA, 46.4% teme el impacto en las relaciones humanas, y 45.1% cuestiona el riesgo de substituir el trabajo humano. Esta juventud no es ingenua; está inquieta, consciente y pide acompañamiento.

Este dato abre un debate que trasciende lo tecnológico y se adentra en lo humano. Durante siglos, el progreso se entendió como la capacidad de automatizar. Primero fueron las máquinas que reemplazaron brazos; luego, las computadoras que aceleraron cálculos. Hoy, la IA aprende, sugiere, crea y decide. Pero la pregunta crucial no es si la IA puede hacerlo, sino si debe hacerlo. Más aún: ¿qué hacemos nosotros con ese poder?

Los jóvenes que participaron del estudio no ven a la IA como un sustituto de su inteligencia. Imaginan un tutor que explique paso a paso, que enseñe e inspire. No buscan respuestas que eviten el esfuerzo, sino herramientas que les ayuden a comprender mejor. Esta aspiración revela que la IA no es un fin en sí mismo, sino un medio; su moralidad depende de cómo la usemos.

Contraste generacional

Los adultos, en contraste, suelen ver la IA como una novedad lejana o como una amenaza cultural. Nos cuesta reconocer que lo digital no es una extensión de la vida juvenil, sino parte del ecosistema en el que han crecido. En una encuesta a 1.375 colaboradores laicos salesianos, el 78.8% reconoce la IA como nuevas herramientas educativas, mientras que el 55.6% teme la dependencia tecnológica. Esta tensión es evidente: entusiasmo y prudencia coexisten, ya que la IA promete eficiencia, pero también puede amenazar nuestro criterio propio.

Este contraste generacional no debe llevarnos a posiciones extremas. Ni idolatrar la IA como solución universal, ni demonizarla como enemiga de la humanidad. Ambas posturas esconden el mismo peligro: dejar de pensar por nosotros mismos. La IA es poderosa cuando amplifica nuestra capacidad de aprender, discernir y crear; empobrece cuando nos acostumbra a responder sin preguntar, a consumir sin verificar, a delegar sin reflexionar.

He trabajado con jóvenes, educadores y agentes sociales que experimentan esta transición. Cuando enfrentan tareas complejas, como la resolución de problemas matemáticos, la IA puede mostrarles el procedimiento. Al tratar de entender textos densos, puede sintetizarlos. Necesitan ejemplos, y la IA puede generarlos. Esta ayuda es valiosa, siempre y cuando no anule el proceso de aprendizaje. Si un joven deja de leer porque "la IA ya le dijo lo importante", pierde algo más que una nota; pierde autonomía intelectual.

Los adultos enfrentamos el mismo riesgo. ¿Cuántas veces consultamos herramientas digitales para decidir qué comer, a dónde viajar o qué pensar sobre un debate público? La IA actúa como un espejo de nuestras preferencias, ofreciéndonos lo que creemos querer, pero no necesariamente lo que necesitamos. Las plataformas que recomiendan contenido intensifican nuestros gustos, creando burbujas informativas cada vez más personalizadas y menos diversas.

Para comprender la IA con madurez, es esencial recordar que no tiene valores propios. No sabe qué es bueno o malo; solo correlaciona lo probable. Su funcionamiento dependerá del propósito que nosotros le asignemos y del cuidado ético con que la usemos. Un martillo puede construir una casa o destruir un cristal; la herramienta no define el sentido, sino la intención humana.

Algunas sugerencias

Entonces, ¿cómo avanzar? Hay tres claves para un uso humano de la IA. Primero, la educación crítica: la IA no debe ser vista como un sustituto del esfuerzo, sino como aliada del pensamiento. Los jóvenes necesitan saber cómo funciona, no solo cómo se usa. Segundo, el equilibrio: confiar en la IA para todo puede llevarnos a perder la capacidad de elección. Y tercero, la responsabilidad ética: la IA puede crear contenido, por lo que es crucial verificar fuentes, citar correctamente y proteger la privacidad.

En el fondo, hablar de IA es hablar de humanidad. Las generaciones más jóvenes nos envían un mensaje: no piden que les prohibamos la tecnología, sino que los acompañemos a usarla con propósito. No quieren un mundo sin IA, sino uno en el que esta no sustituya lo que nos hace humanos.

La tecnología avanza, y nosotros debemos avanzar con ella. Sin embargo, si olvidamos que la inteligencia no es solo procesar datos, sino también amar, dialogar, imaginar y buscar sentido, ninguna máquina podrá ser responsable. Seremos nosotros quienes hayamos renunciado a pensar y actuar con libertad.

La IA puede ser una oportunidad inmensa para aprender, crear y crecer, pero también un riesgo silencioso que limita la autonomía y debilita la convivencia. La decisión no está en los algoritmos, sino en nosotros. Conocer sus ventajas y desventajas, escuchar las voces de quienes ya conviven con ella y elegir conscientemente serán las claves para que la tecnología sirva a la vida, y no al revés.

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