¡Descubre por qué el 73% de los expertos dicen que las viejas recetas internacionales están condenadas al fracaso!

La innovación no solo se asocia a la tecnología y la competitividad empresarial, sino que también tiene un impacto significativo en el ámbito social. Un ejemplo claro de esto es el programa Work4Progress, impulsado por la Fundación La Caixa y liderado por su director científico, Gorka Espiau. En un contexto donde la cooperación internacional enfrenta desafíos crecientes, esta iniciativa busca acciones solidarias novedosas que puedan generar un impacto real y duradero en las comunidades.

-En un mundo cada vez más inestable y unilateral, ¿en qué posición queda la cooperación? La respuesta de Espiau es contundente: “Estamos en un momento de cambio profundo, impulsado por el desmoronamiento de los consensos internacionales que habían regido las últimas décadas y una crítica interna a cómo se han hecho las cosas hasta ahora. Queremos avanzar hacia relaciones más equilibradas y horizontales, alejándonos de la lógica del ‘norte que rescata al sur’”.

Una de las grandes interrogantes que surgen es por qué la cooperación no ha logrado reducir las desigualdades entre países a pesar de décadas de esfuerzos. Según Espiau, “una de las razones fundamentales es que la cooperación ha carecido de una mirada sistémica”. Históricamente, las intervenciones se han centrado en aspectos muy concretos, como la generación de empleo, sin considerar el contexto más amplio. “Rara vez se analiza de dónde sale ese empleo, qué dependencias genera o si realmente contribuye a un cambio estructural”, aclara.

Para abordar estos desafíos, Work4Progress propone la innovación social, que busca generar nuevos productos, servicios o procesos capaces de responder a retos sociales emergentes. “No se trata solo de aplicar nuevas tecnologías, sino de aprender del territorio y ajustar estrategias en contextos cambiantes”, explica Espiau, subrayando la necesidad de abandonar enfoques tradicionales que no están dando los resultados esperados.

El programa opera en países como India, Mozambique, Perú y Colombia. Espiau señala que la selección de proyectos ha evolucionado: “Decidimos dejar de financiar iniciativas aisladas y pedimos a las organizaciones que formaran redes de colaboración con propuestas conjuntas. No buscamos proyectos cerrados, sino metodologías. Lo importante es cómo se hace el trabajo, no solo qué se hace”. Esta perspectiva fomenta un aprendizaje conjunto entre las entidades locales, rompiendo con la lógica clásica donde el financiador impone la agenda.

Entre más de 200 proyectos impulsados por la fundación, algunos destacan por su impacto. “Hemos desarrollado sistemas de garantías que permiten a emprendedores y pequeñas empresas acceder al crédito”, indica Espiau. En Perú, por ejemplo, colaboran con el gobierno en infraestructuras tecnológicas conectadas al aprendizaje local, mientras que en India se están desarrollando materiales sostenibles de bajo costo. La clave, sostiene Espiau, radica no solo en los proyectos aislados, sino en cómo se interconectan dentro de un sistema más amplio que permita a los territorios generar soluciones por sí mismos.

La tecnología, especialmente la inteligencia artificial (IA), se presenta como un factor fundamental en este proceso. Espiau señala que “la IA puede transformar la manera en que trabajamos, permitiendo mapear automáticamente a los actores de un territorio, entender sus conexiones sociales y simular los posibles impactos de distintas intervenciones antes de invertir”. Sin embargo, reconoce que “en el sector aún hay miedo a abordar estos temas”. La solución, sostiene, es incorporar la IA de manera ética, lo que podría aumentar significativamente la eficacia y el impacto de las intervenciones sociales.

Un futuro de oportunidades

La colaboración entre EL PERIÓDICO y la Fundación La Caixa busca dar voz a aquellos perfiles sociales, culturales y científicos que están trabajando para construir una sociedad con más oportunidades para todos. En momentos de crisis y desconexión, el enfoque en la innovación social y la cooperación horizontal puede ser el camino hacia un futuro más equitativo.

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