¡Increíble! Más de 100 delfines y ballenas mueren por 'químicos eternos' y nadie habla de esto. ¿Te has preguntado por qué?

Las sustancias químicas eternas, conocidas como PFAS (sustancias perfluoroalquilo y polifluoroalquilo), han comenzado a generar preocupación a nivel mundial por su impacto en la fauna marina. Actualmente, no hay rincón del océano que no esté afectado por estas sustancias, que no se descomponen de manera natural. Un reciente estudio de la Universidad Massey revela que la contaminación por PFAS se extiende a una gama mucho más amplia de ballenas y delfines de lo que se había considerado anteriormente. Este hallazgo es particularmente alarmante ya que incluye especies que habitan en aguas profundas, alejadas de las zonas de actividad humana.

Lo más sorprendente de la investigación es que el lugar donde vive un animal no predice su exposición a estas sustancias. En cambio, factores como el sexo y la edad son indicadores más precisos de la cantidad de PFAS que acumula un delfín o una ballena en su organismo. Esto sugiere que la contaminación química está arraigada en las cadenas alimenticias de los océanos de una manera más persistente de lo que pensábamos, afectando a especies en peligro como los delfines de Māui, así como a zifios y cachalotes que se sumergen en las profundidades.

Las PFAS son un grupo de más de 14,000 sustancias químicas sintéticas que se han utilizado desde la década de 1950 en una variedad de productos de uso diario, que van desde utensilios de cocina antiadherentes y envases de alimentos hasta productos de limpieza y cosméticos. Se les denomina "químicas eternas" porque no se descomponen naturalmente; en cambio, viajan a través del aire y el agua hasta llegar al océano. Allí, se filtran a través de los sedimentos y entran en la red alimentaria, donde son absorbidas por los animales a través de su dieta.

Una vez dentro de un organismo, las PFAS pueden adherirse a las proteínas y acumularse en la sangre y órganos como el hígado, donde pueden alterar funciones hormonales, inmunitarias y reproductivas. Por su posición en la cadena alimentaria, tanto las ballenas como los delfines son especialmente vulnerables a la acumulación de estos contaminantes a lo largo de su vida.

Los mamíferos marinos actúan como un sistema de alerta temprana en los océanos. Al ser grandes depredadores con vidas prolongadas, su salud refleja el estado del ecosistema en general, y también los riesgos que pueden afectar a los humanos. Este concepto se alinea con la idea de One Health, que vincula la salud ambiental, animal y humana.

Nueva Zelanda se ha convertido en uno de los lugares más relevantes para estudiar el impacto humano en este marco, ya que alberga más de la mitad de las ballenas dentadas y delfines del mundo. En este contexto, los científicos analizaron muestras de hígado de 127 ballenas y delfines varados, pertenecientes a 16 especies de cuatro familias. Sorprendentemente, en ocho de estas especies, incluyendo delfines de Héctor y varias especies de zifios, se midieron PFAS por primera vez a nivel mundial.

Los investigadores inicialmente esperaban que las especies costeras, que viven más cerca de las fuentes de contaminación, mostraran los niveles más altos de PFAS, mientras que las especies de aguas profundas tendrían menor exposición. Sin embargo, los resultados revelaron que el hábitat solo juega un papel menor en la predicción de los niveles de PFAS. Algunas especies de aguas profundas mostraron concentraciones de PFAS comparables o incluso superiores a las de los animales costeros.

Los animales más viejos y grandes presentaban niveles más altos de PFAS, lo que indica que acumulan estas sustancias químicas a lo largo del tiempo. Este patrón también se observó en los machos, que tienden a tener cargas más altas que las hembras, apuntando a la transferencia de PFAS de madres a crías durante la gestación y la lactancia.

Este hallazgo es crítico, ya que muestra que la contaminación por PFAS ha permeado todos los estratos de la red alimentaria marina. Si bien la dieta es una vía importante de exposición, los animales también podrían absorber PFAS a través de la piel. Además, estas sustancias pueden interactuar con otros factores de estrés, como el cambio climático, la disponibilidad de presas y enfermedades, lo que aumentaría la presión sobre especies ya amenazadas.

Es fundamental cuestionarse cómo la exposición a las PFAS afecta la reproducción, la inmunidad y la resiliencia de estas especies ante las presiones ambientales. Conocer la presencia de PFAS en diversas especies y hábitats plantea preguntas urgentes sobre su impacto en la salud. ¿Están afectando estas sustancias químicas a las poblaciones de delfines y ballenas? ¿Podrían debilitar el sistema inmunitario y aumentar el riesgo de enfermedades en especies vulnerables, como los delfines de Māui?

La investigación, publicada en Science of The Total Environment, es una colaboración trans-Tasmania que incluye a investigadores como Karen A. Stockin y Emma Betty de la Universidad Massey, y Frédérik Saltré de la Universidad Tecnológica de Sídney, entre otros. A medida que la contaminación por PFAS se convierte en un problema cada vez más global, es vital actuar para proteger no solo a la fauna marina, sino también a los océanos de los que dependemos todos.

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